Emociones y psicoenergía

Nota: este artículo proviene originalmente del blog del autor. Ha sido revisado y adaptado para la Asociación de Tarología.

La e-moción, de forma literal, es la capacidad de generar movimiento. Proviene de emotĭo y, aunque solemos establecer una correlación directa con «los sentimientos», lo cierto es que las emociones no tienen mucho que ver, en principio, con ellas.

En concreto, la emoción como capacidad de generar movimiento es un elemento que carece de un componente moral, ético u objetivo. Muchas terapias exponen la emoción como un objeto con carga informativa relevante y útil para el sujeto (y me parece estupendo), pero esto no siempre tiene por qué ser así. Por esto, hoy me gustaría hacer una reflexión sobre la naturaleza de la emoción. Como elemento psicológico y energético, pues contiene un nivel de capacidad de generar fuerza de movimiento, es promovido e influido directamente por los factores de esta naturaleza: los psicoenergéticos. En la estructura de las familias de arcanos, la capacidad de generar movimiento a partir de la verdad interna, es decir, las emociones, están abarcadas en las llamadas «copas».

La familia o palo de las «copas» se simboliza así porque éstas son recipientes que recogen y acumulan elementos. Si están vacías, no hay capacidad de generar fuerza, porque no hay materia prima para alimentar la acción.

Para ofrecer un esquema sencillo y efectivo del funcionamiento de la emoción y los elementos psicoenergéticos me gustaría emplear el concepto de chakra o «rueda energética», tan extendido por la filosofía new age y que proviene ancestralmente de las religiones indoeuropeas. Sin entrar en debates ontológicos, podemos usar este símbolo para representar la fuerza psicoenergética de la emoción.

El chakra es el soporte y canalizador de este proceso psicoenergético. Según el funcionamiento del chakra, se determina como resultado el nivel de fuerza de movimiento, esto es, la emoción. Volviendo al símbolo de las copas, éstas recogen y acumulan, permitiendo así el depósito de energía para ser posteriormente canalizadas.

Como factores psicoenergéticos, tanto el sentimiento como el pensamiento pueden presionar e influenciar negativamente en la fuerza psicoenergética de la emoción, generando inhibición en el funcionamiento del chakra. Es decir, pensamientos y sentimientos son elementos que actúan en el proceso psicoenergético en los chakras y determinan el resultado que es la emoción.

A su vez, el proceso también ofrece una cara inversa: una capacidad más limitada de movimiento interno modifica la estructura de nuestra mente, limitándola. Y por el contrario, una capacidad más elevada de movimiento interno modifica la estructura de nuestra mente, expandiéndola. Las copas que no permiten canalizar el depósito del fluido que contienen (cuyo acto simbólico es la acción de beber de la copa) impiden que haya nutrición o saciedad, y en consecuencia hay un estancamiento. Porque si hay sed y hay una copa con agua, lo natural y lógico es que se produzca un acto de canalización del agua de la copa hacia el sediento. De lo contrario, si el acto no se produce, ni el agua cumple su fin de saciar ni el sediento cumple su necesidad de ser saciado.

Los chakras, como copas, recogen y acumulan, pero han de canalizar y saciar para cumplir su fin.

Sentimientos y pensamientos no son los únicos factores que inciden en el proceso psicoenergético. La voluntad, la intención, la certeza o el deseo interactúan por igual. De ahí la importancia de revisar nuestros factores internos y preguntarnos cada día: «¿cuánto hay dentro de mí que limita mi capacidad de crear un movimiento satisfactorio hacia la vida?». Porque cierto es que la estructura interna de nuestra psique nos limita, pero también la voluntad, con el movimiento, puede crear orden donde hay caos. En términos de la simbología expuesta, este caos representa el típico caso de «bloqueo» del chakra o su mal funcionamiento, ya sea por hipo o hiper actividad.

Si nuestro día a día no está impulsado por las emociones útiles, nos encontraremos empujando contra la corriente, siempre con el enorme riesgo de desgastarnos y sucumbir, cansados, frente a los avatares de la vida. Como si las copas estuvieran llenas, pero las bocas estuvieran secas.

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