En meditación clínica es común emplear una “esfera blanca” que dota al meditador de una Luz pura y revitalizadora para eliminar el estrés, visualizado generalmente como una nebulosa grisácea y oscura. En este marco, la Luz representa atributos que el meditador desea absorber para adquirir una mejora y el estrés un elemento que atrapa al practicante a un cuadro vital empobrecido.
El empobrecimiento es un estado inferior del considerado “normal” o habitual en un ser humano común, mientras que los atributos de la Luz pura representan un estado superior del humano medio.
El estado superior humano nació prácticamente con el propio hombre. “Yo superior” es un concepto que engloba, en su primera concepción, todos los atributos que el ser humano ordinario desea adquirir y que en efecto, puede adquirir si ejercita sus dones y talentos.
Es un concepto que existe desde que el ser humano exploró sus orígenes metafísicos. En la actualidad, numerosas corrientes emplean el concepto de “Yo superior” con objetivos dispares y visiones heterogéneas. Tiene dos acepciones básicas: por un lado se encuentra el filosófico-religioso, que explora las causas del “Yo superior” desde una perspectiva meramente deductiva y mágica, y la perspectiva científica, que estudia los atributos del “Yo superior” desde el análisis inductivo para la realización de hipótesis que puedan ser falsabilizadas y emitidas como teorías para la emisión de métodos de aplicación y repetición en el campo práctico. El término ‘Yo superior’, cabe decir, no se suele emplear en ámbitos clínicos, experimentales o teórico-científicos, entre otras causas por la complejidad que conlleva su uso.
En ambas perspectivas, el “Yo superior” parte de la misma definición: es la versión del “Yo” que aún no se ha revelado (y quizás no se revele jamás) y que engloba el mejor resultado posible que imaginamos del «Yo» y que, presumiblemente, incluso no podemos imaginar: nuestra perspectiva limitada de la realidad nos impide conocer los límites reales de la versión superior del “Yo superior”.
Ambos ángulos son interesantes y pueden conciliarse para un entendimiento basado en la afinidad de estos opuestos. ¡Esta síntesis de ambas posturas es útil para la resolución positiva de nuestros objetivos!
Como si fuera un portal hacia el potencial, la esfera de Luz es un símbolo con un profundo significado de pureza e introspección. Cuando se emplea, se recurre al concepto de potencial o de “Yo superior”. En las meditaciones guiadas son muy efectivas porque es medianamente fácil imaginar una bola o una ráfaga de luz. Puede recorrer el cuerpo o envolverte. Pero no es, para mí, el elemento estrella en relación al “Yo Superior”. En ese sentido lo es un ‘psico-artefacto’ que he denominado holoespejo y que nos permite visualizar nuestro potencial infinito, nuestro ‘Yo superior’ y así darle forma, aunque sea en nuestra imaginación: un espejo mental con el que podemos observarnos creativamente y definir nuestra posición final, así como el camino que decidimos recorrer. El holoespejo es, en suma, la superficie mental en la que proyectamos nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestras motivaciones, nuestros objetivos vitales o nuestras frustraciones. Una poderosa imagen que, seamos conscientes o no, suele manejar nuestras vidas, ya que es la imagen de lo que queremos llegar a ser. Observarnos en él nos permite percibir los elementos que interactúan con nuestra imagen residual, el concepto de nosotros que nos empuja a luchar con las circunstancias, y entender qué situaciones internas promueven el movimiento hacia el futuro y la búsqueda de cubrir nuestras expectativas vitales.
A lo largo de este libro usaremos el holoespejo en diversos ejercicios.
¡Ah! ¿Qué es un psico-artefacto? Bueno, debo de ser honesto y decir que no existe como tal, al igual que el holoespejo. Son palabras que hemos ideado para la ocasión. Los psico-artefactos o artefactos psicológicos se crean mentalmente con el poder de la imaginación y sirven a una función instrumental: el holoespejo permite que nos observemos mentalmente, e incluso que seamos creativos en la observación. También es sano reflexionar sobre lo que vemos. ¿Tomamos decisiones en virtud de lo visto para afianzarlo y potenciarlo, o lo que vemos es algo de nosotros que deseamos desechar o superar? Las posibilidades con el holoespejo son múltiples.
Ciencia contra magia: cuestiones convergentes y divergentes sobre el ‘Yo superior’.
El concepto de “Yo superior” está presente en las corrientes de nueva era, en muchas pseudociencias o en terapias alternativas, además de sistemas esotéricos de creencias. ¿Esto implica que pertenece a estos ámbitos?
Tanto la perspectiva filosófica y religiosa como la científica convergen en tres cuestiones que sirven de base para trabajar con el concepto de “Yo superior”. En primer lugar, “Yo superior” alude siempre a la ‘mejor versión del sí mismo’, en el que de una forma concisa o genérica permanece la definición más perfecta o totalmente perfecta del “Yo” que da sentido al periplo que es nuestra vida cotidiana, la cual procedimentalmente tiende a estar encauzada hacia un encuentro en el futuro con esa referencia superior a nosotros y esperanzadora.
El segundo punto convergente es el hecho de que el “Yo superior” como potencial del “Yo” no está obligado a revelarse, sino que simplemente está obligado a permanecer en el espacio psicológico superior que empleamos para desarrollarnos íntegramente, pero permanece latente, revelándose solamente en virtud de la conducta de nosotros mismos y de las oportunidades de revelación.
Por último, en esta ‘mejor versión del sí mismo’ se halla el cumplimiento ideal de nuestra meta, así como de nuestros objetivos, que son los hechos fundamentados de esa genérica perfección que representa el “Yo superior”. La presión psicológica que ejerce este espacio de metas y objetivos obliga al ser humano a pasar a la acción y conseguir la consecución de éstas en su vida, teniendo éste la decisión última de hacerlo o no. Si decide no pasar a la acción, toda la presión de los objetivos presentes en el espacio del ‘Yo superior’ se le echará encima, dando como contrapartida un enorme resultado de estrés e incomodidad interna. En la actualidad, muchas personas insatisfechas no se relacionan con armonía con su “Yo Superior”. Quizás se saben capaces de alcanzar mejores resultados, pero la frustración de un presente que no es satisfactorio y la incapacidad, por un motivo u otro, de adquirir satisfacción en un futuro razonable pueden crear una sensación poderosa de indefensión frente a las demandas vitales.
Ambas perspectivas también divergen en puntos esenciales. La principal diferencia radica en la naturaleza de la interacción con el “Yo superior”: en ocasiones es un concepto que elude a una inteligencia sujeto. En otras, es un concepto que especifica una posibilidad no manifiesta, como objeto de nuestra acción como sujetos. Estos dos planteamientos condicionan de forma diferente nuestra relación con el “Yo superior”.
Específicamente, el “Yo superior” sujeto es activo: se le confiere una naturaleza inteligente y auto-consciente en la que puede exponer ideas, comunicarse con nosotros e incluso realizar intervenciones. En cambio, el “Yo superior” objeto es pasivo y no se le asigna ninguna inteligencia específica, sino que se enfoca como una herramienta para usarse en la carrera evolutiva personal del individuo. Estas dos posiciones – filosófico-religiosa y científica – exploran la naturaleza del “Yo superior” de forma sesiblemente contraria. Lo que hace que sean prácticamente irreconciliables hoy en día, basándose en diferentes métodos de trabajo y estudio.
¿Esto quiere decir que una de las dos opciones es errónea? Más bien, desde mi punto de vista, ambas son tan reales como paradójicas. El “Yo Superior” creo que en efecto existe y es inteligente, porque es una parte de nosotros que no sabemos observar de forma consciente, explorar con uso de razón. Y también es un instrumento para llevarnos a una mejor versión personal.
Potencial Infinito en las religiones y primeras creencias humanas.
El potencial infinito se observa en todos los estratos sociales y en las manifestaciones previas a las religiones institucionalizadas. El uso del “Yo superior” es intenso desde el aspecto filosófico-religioso. Para esto hemos de indicar previamente qué se entiende por religión y filosofía, lo cual puede ser controvertido. La religión es definida como un conjunto de creencias, de normas de comportamiento y de ceremonias de oración o sacrificio que son propias de un determinado grupo humano y con las que el ser humano reconoce una relación con la divinidad. Sin embargo hay religiones no teístas, lo que dificulta su definición y entendimiento básico. De forma general se elude esta cuestión definiendo la religión como un conjunto de creencias de fe que están sustentadas en dogmas o normas de comportamiento.
El hecho reseñable es que la fe no está basada en evidencias observables, sólo en expectativas. Por tanto se reconoce a la religión como el estadio más arcaico de la búsqueda de la verdad: el encuentro desde la expectativa y la fe.
Tanto en las religiones teístas como en las ateístas el “Yo superior” se define como la parte de nosotros que está conectada con la fuente divina o primordial, sea ésta Dios o simplemente Energía o “Primera Causa”.
Hallamos en este fundamento dos perspectivas muy interesantes:
· El “Yo superior” se define como nuestra identidad metafísica, que no se halla plenamente consciente en la carne por su propia naturaleza metafísica (esto es, más allá del mundo físico).
· El “Yo superior” también se define como nuestra Chispa Divina, esto es, nuestro hálito energético que nos conecta con el reino de la naturaleza en términos metafísicos, sin identidad definida.
La filosofía, en cambio, basa sus elucubraciones en evidencias y no en dogmas de fe, lo que la lleva a convertirse por derecho propio en un estadio de búsqueda de la verdad superior a la religión en términos cualitativos. Aún así, las evidencias no se sustentan en hipótesis para el encuentro de leyes ni en experimentos que buscan la falsabilidad, eso es competencia de la ciencia, sino en deducciones, lo que la hace menos fiable.
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